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China un viaje de trabajo y placer (III)

Por Gastón Ariel Estruch

Entramos a Hong-Kong, con un rápido visado grapado al Vista desde la ventana del hotel donde nos hospedamos, un
pasaporte, ya estábamos dentro, con un calor insoportable, gran contraste en muy pocos metros.
miles de turistas y ya sin trasporte público disponible, la
cola para tomar un taxi era de dos horas. Luego de cuarenta
minutos de taxi, arribamos al hotel y los contrastes se
repetían, con una vista a una autopista que detrás dejaba ver
grandes edificios abandonados, con casillas de chapa en sus
terrazas, cruzamos a comer en un McDonald, donde también
lo habitaban vagabundos.
Ya a la mañana siguiente cruzamos a la isla, y el diseño de la
urbe permite moverse entre centros comerciales y puentes
que pasan sobre las calles, con los aires acondicionados
manteniendo unos veinte grados en el interior y aumentando
los treinta ocho del exterior continuamente, sin pasar por las
calles ni ver que hay una sociedad humilde que mantiene
estas estructuras.
Visitamos la isla de Hong Kong, la cuál cruzamos en ferri y
luego de pasar por varios centros comerciales logramos
subir a la cima del pico Victoria para tener una esplendida
panorámica de la ciudad, las nubes no estaban de nuestro
lado, pero igualmente las vistas son increíbles.
Luego de comer DimSum, paseamos por diferentes
mercados de comidas y de antigüedades y buscamos una
recomendación de la guía para comprar salsa de soja en un
comercio específico que fue muy difícil de conseguir.
Por la noche vimos el espectáculo de luces y música que
hacen los diferentes rascacielos al atardecer, donde las
luces “saltan” de un edificio al otro al ritmo de la música,

Vista desde una de las cabeceras de una estación de metro.

Escaleras y pasajes que nos llevaban desde un centro
comercial a otro sin pasar por las calurosas calles atestadas
de trabajadores que no se pueden permitir entrar en estos

centros comerciales

34 Objectiu AFOSANTS Nº6| Maig 2016